Mag. Miriam Germán Brito

Procuradora General de la República Dominicana

Palabras introductorias
Mag. Miriam Germán Brito

Presentar un documento de memorias al finalizar una gestión es algo mandatorio, o, al menos, la práctica común en el Estado. El destacar los logros y las acciones exitosas, los hitos y las transformaciones, sin lugar a dudas es importante, como también lo es, desde la humildad, señalar los aspectos no tan positivos y los desafíos que nos quedan.

He dedicado la mayor parte de mis años a servirle al sistema de justicia penal, convirtiéndose con el tiempo en una pasión personal, en una misión de vida. Lo cierto es que el camino no siempre ha sido dulce, pero con las recompensas que solo la satisfacción del deber bien cumplido te puede dar.

No necesariamente ser parte del sistema te pone en condiciones de entender las intríngulis de las instituciones que lo conforman. De hecho, era muy poco lo que conocía del Ministerio Público, más allá de lo legal-normativo, por lo que el aprendizaje es grande y sus lecciones me acompañarán donde vaya.

El inicio de esta gestión se dio en un momento institucional complejo, cargado de muchos cuestionamientos que proyectaban hacia afuera un órgano carente de legitimidad y con tachas éticas que tuvieron como resultado procesos todavía en curso. Es en ese escenario que me tocó el enorme cometido de reencauzar el órgano persecutor por el cauce de la legalidad y la transparencia, y de imprimir la huella del apego al debido proceso y a los derechos fundamentales.

Intentar transformar una cultura enraizada, cual quesea, genera mucha resistencia, y eso es connatural al ser humano. Incomoda dejar atrás patrones que se convierten en práctica común, sobre todo cuando son promovidos por la autoridad competente, aunque reconozco que siempre encontré total disposición por parte del equipo para seguirme en la aventura, sin lo cual nada hubiese sido posible.

Sin embargo, si algo me ha caracterizado en estos 4 años ha sido la capacidad de “dejar hacer”, y me refiero a respetar la sabia autoridad de cada fiscal en su ámbito de actuación, interviniendo solo cuando hubo razones válidas para hacerlo, como cuando fue necesario definir directrices claras para garantizar la protección de los derechos de poblaciones en mayor riesgo de vulnerabilidad, o para unificar criterios en la persecución penal de ciertos delitos.

No es apegado a la verdad decir que no tuve serias diferencias en muchas ocasiones con mis pares, alcanzando consenso respecto de algunas y no llegando a acuerdos respecto de otras. La visión que tengo de la forma de conducir esta institución no es compartida por muchos, y no está mal, pero lo que no me pude permitir fue claudicar ante la presión de sectores que entienden que la Justicia es un juego de intereses individuales y no una vocación sagrada: mis principios se imponen ante todo.

Estas memorias reflejan, de manera sucinta, el largo y rico trayecto recorrido, con sus altas y sus bajas, no tan solo para que sirvan a los esfuerzos de continuidad, sino como un legado de integridad.